Las personas que arrugan la nariz cuando se encuentran con una “a” o una “x” donde esperan una “o”, pues mejor se sujetan el monóculo si quieren seguir leyendo. Aquí hablamos de personas para referirnos a seres human*s, utilizamos el femenino genérico como forma de visibilizar a las mujeres cuando nos parece oportuno, y reservamos “hombres”, “mujeres” y otras categorías para referirnos a gente de esos grupos en específico. En ocasiones descansamos en la retaguardia, utilizando el masculino genérico sin culpa. También lo utilizamos para referirnos a ideas, ámbitos y prácticas dominadas por hombres, de sello varonil. La E nos incomoda porque, al ser de uso oral, supone un enorme esfuerzo de atención que, a personas con déficit de aquello, nos dificulta pensar y hablar al mismo tiempo, quedamos tontes. Pero esta incomodidad es también un desafío. La X sí nos gusta (la incógnita de la ecuación), sobre todo para visibilizar a las comunidades trans y no binarias; y también nos gusta el * (la reserva, la opción, eso que compartimos tod*s).
Entendemos que estas decisiones son flexibles, dependen entre otras cosas de lxs lectorxs imaginadxs y de cálculos políticos, y varían de texto en texto, a veces de frase en frase. Apostamos por un uso reflexivo del lenguaje; no censuramos los barbarismos gramaticales ni nos burlamos de quienes creen que la gramática puede estar en la vanguardia de la civilización; nos gustan la escritura molestosa y las lenguas desobedientes, pero no somos ni tan coherentes ni tan consecuentes, y menos buscamos crear escuela de nuestras tan minúsculas afiliaciones rebeldes. Que cada cual escoja sus batallas, y haga con sus os y as y es y equis, arrobas y asteriscos, lo que estime mejor, luego podremos hablar del tema. Las tímidas y convencionales son bienvenidas, aquí también somos esas cosas (otro día escribiremos un post acerca del uso de la primera persona plural como recurso de la timidez).
Más abajo encontrarán algunos textos que reflexionan sobre el uso de lenguaje no sexista. Y debiéramos agregar, feminista. Porque en ese “no-sexista” hay una pretendida neutralidad, un suma cero, y en la práctica funciona como protocolo para que empresas y ministerios no se metan en problemas. En el lenguaje feminista, en cambio, existe una voluntad explícita de cambio cultural y de provocación.
Artículo del académico de la lengua, lingüista y amigo Guillermo Soto publicado en el libro Sexo, género y gramática (2020) de la editorial Catalonia (Marcela Oyanel ed) .
¿Qué es lo que estamos haciendo cuando damos la bienvenida a todes?, se pregunta Emmanuel Theumer.
Documento de Lía Insúa que, en sus propias palabras, pretende “ahondar, desde una perspectiva transfeminista, qué propuestas se pueden dar (y cuales ya se están dando) dentro y fuera del marco institucional frente al sexismo lingüístico.”
Una buena columna en Letras libres, de la escritora ecuatoriana Cristina Burneo, titulada, por motivos misteriosos, El lenguaje inclusivo es un peligro y una posibilidad.
Reportaje de Píkara magazine con consejos prácticos para el uso de un lenguaje no sexista en los medios de comunicación.
Una columna de Andrea Franulic en contra de la E genérica desde el feminismo radical.
En este artículo, Javier Gasparri discute las críticas al uso del lenguaje inclusivo.
Columna de opinión de María Martín Barranco: “No podremos usar un lenguaje no sexista mientras no opere una transformación mental que exija nombrarnos, sin dilación.”
Declaración del español, académico de la lengua, Ignacio Bosque, que discute críticamente varias guías de lenguaje inclusivo.
Un video de la bióloga y filósofa transfeminista Siobhan Guerrero hablando sobre el tema.