En mí misma, el mundo y los demás:
- Los emails formales, a menos que sean de la compañía de teléfonos.
- El chauvinismo, el nacionalismo, el lenguaje patriotero, la TV durante las Fiestas Patrias, los huasos, el mes de septiembre, salvo el 1º que celebramos el nacimiento de mi hijo mayor.
- La gente asquienta, aunque en los últimos años el amor me ha llevado a ser flexible.
- La crueldad me da asco, a menos que sea pequeña, y en ese caso puedo incluso disfrutarla.
- La ausencia total de timidez, la asocio a la tontera, la arrogancia del privilegio y la falta de autoconsciencia.
- El heavy metal, esa estética de machitos blancos malolientes.
- Los hooligans, por lo mismo.
- El sexismo en todas sus formas, desde las más groseras hasta las sutiles.
- El clasismo, igual.
- Las religiones, con sus dogmas, su hipocresía, sus éticas naturalizadas, sus absurdos, su violencia, sus jerarquías.
- Los fanáticos, aunque sean fanáticos de cosas que sí me gustan.
- Los excesos de la vanidad, especialmente en mí misma.
- Hablar por teléfono. Salvo excepciones me pone nerviosa, impaciente, irritable. Y que me llamen por teléfono sin mandarme un texto antes me parece, casi siempre, pura mala educación.
- La gente que no escucha, esto también me pone irritable, y me parece estéticamente feo. Y antes de que me lo digan otros: es un defecto que comparto, especialmente después de la tercera copa.
- La descortesía. No me refiero a poner los codos en la mesa, me refiero, por ejemplo, a no escuchar, no hacer preguntas, pasar a llevar en la calle, saltarse la cola, gritar, especialmente si es a alguien que no puede responder de la misma forma; a ser impacientes, malagrecidos; a no saludar o despedirse.
- Homo/trans/lesbo fobias. He vivido en carne propia el daño que pueden causar.
- La pacatería, no sólo no me gusta, me aburre, la desprecio.
- Las personas verborreicas, es parecido a no escuchar. La gente que habla y habla, que monologa, sin pausa para la reflexión o la observación de las reacciones de los demás.
- Las personas chinchosas, esto es algo heredado de mi abuela. Las mujeres que hablan con voz demasiado aguda, cuya coquetería y femineidad son estridentes. No me siento en absoluto orgullosa de este desagrado, pero lo puedo reconocer.
- La moral sexual irracional, esto es peor que la pacatería, no tiene que ver con el pudor, sino con la defensa de privilegios corporativos, heterócratas, monógamos, generonormados, religiosos. Y opera por momentos de forma realmente despiadada.
- La humillación pública. Haya sido o no provocada por otros, la humillación pública es cruel. Sólo puedo gozarla cuando las personas humilladas son malas del verbo malas.
- La falta de compasión. Se parece a la crueldad, pero puede ser pasiva, por omisión, por negligencia. Todos tenemos esta capacidad y es en parte un mecanismo de defensa, no permitir que el sufrimiento de los otros nos afecte. Pero cuando sí me afecta y veo la indiferencia de los demás, no me gusta nada.
- Que hablen mal de mí. Esta es de las cosas que menos me gusta.
- Que hablen a gritos. Ay, especialmente si están borrachos y yo sobria.
- Que hablen a chuchadas. No es una cosa moral, solo estética.
- Que hablen mal de los niños. Sin amor, sin compasión.
- Que critiquen a mis hijos. Mi instinto es defenderlos ciegamente y querer arañar en la cara al agresor.
- Que critiquen mi maternidad. Es una mezcla entre el malestar que me provoca que hablen mal de mí, de inseguridad acerca de mi valía, y rabia porque se critique a las madres en general, que se espere tanto de ellas, que no se reconozcan sus esfuerzos. Peor si con los padres hay indulgencia.
- La pobreza. Hiere por tantos motivos.
- La televisión prendida de fondo, otro asunto estético, pero también político.
- Las personas tan femeninas, a menos que esa femineidad sea paródica (como la de femmes o drags), en cuyo caso no es en realidad tan femenina.
- Las personas tan masculinas. Punto.
- Las comedias románticas donde intersectan la estupidez con el daño.
- La arrogancia. ¿Es muy arrogante esta lista? Por favor, insisto en que no soy libre de muchos de estos rasgos, no del todo.
- La rigidez de carácter. Esa gente siempre igual a sí misma, que opina lo mismo el lunes y el miércoles sin importar lo que haya ocurrido el martes.
- La comida tibia. Salvo en algunas preparaciones que exigen tibieza.
- Que me insistan. Supongo que esto no le gusta a nadie, a menos que sea parte de una negociación.
- Los uniformados. Guácala.
- La gente que no pide perdón. Rigidez de carácter + falta de autocrítica + arrogancia. Puras cosas feas.
- La gente enojona, con la que siempre hay que estar midiendo las palabras, caminando sobre huevos. Puedo a veces solidarizar con la inseguridad que hay detrás, pero no me gusta la posición en que me ponen.
- La presunción intelectual. Especialmente cuando está mezclada con tontera.
- La moralina, de conservadores y progresistas. Será porque, a pesar de lo que pueda parecer en esta lista, soy bastante indulgente con las debilidades humanas, es más, me atraen, sobre todo cuando las personas hablan de ellas abiertamente, tienen conciencia.
- La indiferencia. Pasar por la vida sin que nada te importe demasiado salvo recibir tu sueldo a fin de mes y el estado de salud y la economía de tus más cercanos.
- Sentir culpa. Ese sentimiento que hace perder el sueño, que empeora la vida, y que casi nunca lleva a hacerse responsable de los daños.
- Los pinochetistas. Guácala. Desprecio, poca paciencia, eso. Ojalá no me cruzara nunca con ninguno. Me basta con saber que existen. Esto se extiende a todo tipo de fascismos.
- El egoísmo. Es poco estético. Puede ser patético cuando la persona no se da cuenta. No tiene tanto que ver con cuánto se da como con la alegría con la que se da, con lo gratuito del gesto.
- El bullying. Provoca tanto daño, es tan estúpido.
- La censura. De conservadores y progresistas nuevamente. No es que piense que debería haber chipe libre para la ofensa, el maltrato, no si el efecto es el silenciamiento de las minorías. Pero sí creo que debería haber libertad de publicación y de debate.
- Trasnochar. La caña, despertarme tarde, deshidratada, el infierno es seguir en pie cuando comienzan a cantar los pajaritos.
- Los cocainómanos. Sobre todo me dan pena, pero me aburren también.
- Las sábanas sucias. O arrugadas. O de materiales sintéticos. O ásperas. O con figuras infantiles. O con olor a detergente. Mañosa, lo sé.
- La comida light. Prefiero no comer del todo que comer comida descremada. La dieta keto y el ayuno me parecen menos tortuosos que cualquier consideración a las calorías.
- Las personas a la moda, hay algo patético. Sobre todo si provoca orgullo.
- Haberme resignado a la vejez y la muerte.
- Intentar disimular la emoción y que me digan: “¿Te dio pena?”, “Te emocionaste” o “¿Estás llorando?”
No muy originales mis disgustos, pero sirvan para advertir a una que otro. Quedo debiendo la lista de las cosas que me gustan.