Esta quincena leímos la novela Borgenstein de Sergio Bizzio. les dejo aquí un pequeño fragmento de una entrevista al autor que permite imaginar la gracia de su escritura:
¿Observás influencia de tu poesía en tu narrativa?
Puede ser. Me gusta trabajar despacio, como una arañita. Y corrijo mucho. Una vez que termino un capítulo o una página, vuelvo al principio y reescribo: rompo la frase que está demasiado redonda, o que suena demasiado “literaria”, tomo un desvío… Me parece que en el fondo son todas cosas sin la menor importancia, pero es así. Escribo mucho “adentro” de lo que escribo. Siempre me acuerdo de la imagen de Nabokov: “Me encanta la página del texto corregido, cuando le crecen alitas azules en los costados, sobre los márgenes”. Mi sensación es la de no tener nunca una frase completa en la cabeza, ni siquiera una frase breve, sino que la voy armando palabra a palabra, siguiendo un ritmo, y casi nunca un sentido. Las frases que más me gustan no tienen ningún sentido.
(“No empiezo nunca por una historia. Leí algo sobre la tumba de un emperador egipcio y anoté cosas que me gustaron y que a lo mejor pasaron directamente a mi libro, así que ya no sé qué es mío y qué no. Pero no tenía más que eso, una atmósfera y un puñado de datos y detalles ajenos. Al principio trabajo con lo mínimo, una frase, una escena, no mucho más que eso. Puedo estar días enteros cambiando pequeñas cosas de lugar si en esa frase o esa escena hay algo que me atrae. Lo que nunca sé es si camino sobre una idea o sobre un despojo, pero me las termino arreglando.”)
¿Pensaste “Rabia” originalmente como una historia de amor?
No, no la pensé de ninguna manera. Yo pienso mientras escribo. La literatura para mí es contradicción, desvío, las cosas que uno encuentra en el trayecto, que es un trayecto hacia ninguna parte.
¿Rabia es tu novela “de trama”, por llamarla de algún modo?
Sí, es una novela de escenas, de acciones, de situaciones, no es una novela reflexiva, para nada. Pero yo no siento una diferencia muy marcada entre la acción y la reflexión en mi literatura. Para mí, el recorrido de los personajes es el recorrido de un pensamiento.
¿Qué ves de la literatura argentina de estos días?
Veo muchas líneas rectas y una aspiración bastante generalizada a convertir las cosas en mercancía comunicacional. Es decir: inversión. Pero hay unos cuantos poetas y narradores buenísimos que le oponen su derroche a esa inversión. Su “gasto”.
Y sobre Borgenstein:
En esta novela fui bastante para adelante y para los costados, pero no volví atrás”, dice. “Si tuve alguna intención consciente fue la de seguir al protagonista en su reclusión. Quería escribir una novela sin sujeto, una novela que fuera más que nada el registro de una serie de estados mentales. Un texto de observación, de detalles, de minucias, de pequeñas cosas insignificantes y corrientes. Una novela donde no pasaran grandes cosas.
En varias de tus obras aparecen animales que tienen cierto grado de locura. Aquí, el loro adicto a la electricidad y en “Era el cielo” tenemos a Santo, el perro de Vera, que enloquece al ver al protagonista desnudo.
Un perro que enloquece cuando ve desnudo al protagonista; un loro adicto a la electricidad: por eso vale la pena escribir.
Hay elementos que se encadenan en la novela. Además de los personajes principales, están la cascada y Gualicho, el loro adicto a la electricidad.
Hablando de la novela con un amigo me di cuenta de algo que no había notado mientras escribía. Y es que el psiquiatra está todo el tiempo escapando de un rumor. Primero del rumor de sus pacientes, entre los que se destaca Borgestein. Después, de los rumores relacionados con su mujer, que se hizo famosa y aparece en los diarios y revistas. Después está el loro, Gualicho, que también puede asociarse a la idea del rumor, el loro parlanchín, un loro adicto a la electricidad. Y finalmente está el rumor de la cascada. Junto a la casa hay una cascada muy hermosa, un salto de agua que cae en una hoya y que produce un ruido ensordecedor. El psiquiatra se alejó de los otros rumores, pero el ruido de la cascada empieza a perturbarlo y decide llenar la hoya de piedras para silenciarla.
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–¿Cómo es el proceso de corrección de tus novelas?
–Para mí corregir es escribir adentro de lo ya escrito. Escribo una página y después hay un momento del día, en general a la noche, en que vuelvo a lo que escribí y trabajo ahí adentro, como entre líneas. Me gusta corregir: es como pasar la lengua por la espuma de un licuado.
–¿Cómo es tu trabajo con las frases?
–A mí me gusta que las oraciones sean transparentes y cristalinas. La transparencia es mucho más engañosa que la oscuridad, por otra parte. Los sentidos son sólo sentidos posibles y pueden querer decir más de una cosa.
Bizzio dice que le gustan las frases transparentes en el sentido japonés del término: cuanto más clara es la oración, más sentidos adquiere y resulta más engañosa. Entonces se acuerda del final de una de sus novelas: “Ser serio es dejar que el mundo haga con uno lo que quiera”. Es clara, pero ¿qué quiere decir? Bizzio dice que ese es el efecto que busca.