Josefa se enfocó en varios aspectos de mi escritura, incluyendo forma (cómo se escribe), fondo (lo que se cuenta), y distintas perspectivas culturales (desde dónde se lee el texto). Así me proveía de una retroalimentación fértil sobre la cual seguir creando. También la dinámica con las otras personas que participaban fue un aporte a mi proceso. Aún ahora, cinco años después, sigo recordando esas sesiones. Aunque yo buscaba formarme en la narrativa personal, mi escritura académica también mejoró, ya que, de cierto modo, un artículo académico también es una historia contada desde un punto de vista personal. Josefa articula ese lugar de trabajo de manera cálida, efectiva y rigurosa. Hoy, cuando alguien me pregunta dónde hacer un taller de escritura, mi respuesta es la misma: con ella.