Después de leer en voz alta nuestros textos, permanecíamos en silencio escuchando lo que cada participante del taller había pensado o sentido con la lectura. Esas reacciones siempre fueron sorprendentes. La posibilidad de conocer la trayectoria que atraviesa una persona mientras te escucha leer, que alguien se sienta identificado con una historia para ti tan personal. Se supera así la soledad de la escritura. Tienes frente a ti reacciones a tus palabras, como si estuvieras hablando en lugar de escribiendo.