FAUSTO – ¿Qué es lo que me ofreces? Alimento que no sacia; oro candente que, como el mercurio, se escapa de las manos sin descanso; un juego en el que nunca se gana; una muchacha que, abrazada a mi pecho, ya guiña el ojo y se entiende con el más cercano; el espléndido y divino placer del honor que se desvanece como un meteoro. Muéstrame frutos que se pudran antes de nacer y árboles que verdeen de nuevo cada día.
MEFISTÓFELES – Esos tesores que dices, yo te los puedo ofrecer. Mas, amigo querido, también se acerca el tiempo en que podamos regaladamente comer en paz alguna cosa buena.
FAUSTO – Si me tiendo ocioso y descansado sobre un lecho, si con halagos puedes engañarme hasta el punto de estar satisfecho de mí mismo, si logras seducirme a fuerza de goces, muera yo inmediatamente. Te propongo la apuesta.
MEFISTÓFELES – ¡Aceptada!
FAUSTO – ¡Choquen nuestras manos! Si un día le digo a un instante fugaz: “¡Detente! ¡Eres tan hermoso!”, puedes atarme entonces con cadenas y terminarse el tiempo para mí.
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* J.W. Goethe, Fausto, Editorial Sudamericana, Bs. As., 1999, p. 75. Primera versión alemana publicada en 1772.
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La imagen corresponde a un fragmento de la portada del libro de cómics Fausto Sudaka, de Sebastián castro y Hugo Aramburó.