No te creerías mis últimos días, Ignacio, un cuatro que sepa apreciar la tragedia debería envidiarme. Transcribo ahora (un día después de escrito, un día en el que han pasado muchas cosas). Me vine al sur a ver a mi amiga Paty que está muriendo. El domingo pasado llegué, en bus y luego en micro) a las 9 am de la mañana a la casa de Catheine Hall en Piedra Azul, carretera austral, kilómetro 15. Me recibió la Cathy en pijama, bata, zapatillas de levantarse y su preciosa cabeza calva cubierta por un gorro. Cathy también tiene cáncer y la quimioterapia ha hecho que su pelo se caiga a mechones. Entonces ha aplicado cuchillo y ahora parece un cóctel de Michel Foucault, como me hizo notar su marido sociólogo, con punk y enferma de cáncer. ¡Bella! Mientras tanto, en la clínica de Puerto Montt se muere la Paty.
Cuando la vi disimulé mi turbación como hacen todos quienes las ven. Debe pesar unos 25 kilos, está en los huesos, parece como si fuera una anciana, si no fuera por sus manos y sus pìes que siguen pareciendo los de una mujer joven. El rostro es lo primero que se ve, el resto está cubierto por ropa de hospital y sábanas. Está amarilla como un zapallo, incluidos sus ojos y su lengua. Se puede distinguir claramente la forma de su mandíbula, de su cráneo. Enormes ojos y dientes, todo lo demás se ha encogido. Brazos de anoréxica. No: brazos de una anoréxica que ha llegado a un nivel de desnutrición que ya no tiene remedio. Demorará unos días en morir.
Está conectada a un suero que la alimenta y la medica y a oxígeno. Quirúrgicamente le han removido ya dos veces cerca de 3 litros de una especie de orina que desprende su hígado y rodea sus vísceras. Hoy le dijo a la Paty que lo que que tenía era muy parecido a una cirrosis. Muere de una encefalopatía causada por que su hígado que ya no limpia la sangre, es decir está muriendo envenenada.
Imagino el terror de la Paty. Hoy me pidió que la peinara. Con un hilo de voz que le costó un enorme esfuerzo y además me lo tuvo que repetir, todo me lo tuvo que repetir, porque no siempre encuentra las palabras correctas o es capaz de pronunciarlas. “¿Que te peine? ¿Estás segura?” Deben comprender que peinarla sería hermoso, inútil y complicado en la práctica. “Con las manos”, me dijo, como ahorrándome trabajo. Y la peiné con las manos, como hoy, con las manos le unté aceite en los pies antes de cubrírselos con vendas y calcetines que usa para las escaras, que por si no lo saben son unas heridas que se les forman a los enfermos postrados.
Imposible no pensar en la propia muerte. Cómo irá a ser, tendré miedo. Habría que planificar por lo menos el entierro de antemano. Escribir un documento de word que se llame, por ejemplo, “Últimos deseos de Josefa Ruiz-Tagle” e ir actualizándolo para que estos “últimos deseos” no se vuelvan anacrónicos.
Ojalá uno pudiera nacer de nuevo. Pero no me la creo, simplemente. ¡Zas! ¡Se acabó! Y ahora, por favor Paty, por favor Alá, Jehová, our Lord Jesus Christ, madrecita tierra y espíritus, por favor permitan que la Paty se muera. Amigos, este es el momento adecuado de decirlo. Yo no quiero agonizar. O más bien quiero agonizar el menor tiempo posible. Así que si me pueden ayudar a morir cuando esté agonizando, tendrían mi agradecimiento eterno. Antes, Paolita, una sobredosis de morfina. Please. Y de a poco, para ir entrando en el sueño, para irme gozando de ese último sueño.
He gozado aquí. Estoy en mi salsa con gente enferma y moribunda. Quizás porque mi envidia de cuatro (en el eneagrama) tiene un momento de alivio total o quizás porque en realidad no soy un cuatro sino un dos que sólo logra complacerse complaciendo a otros y anulándose a sí misma y mi verdadera vocación es la enfermería (ayer una auxiliar de enfermería a la que ayudé a hacer la cama con la Paty en ella, y a mudarla y a encremarla, me preguntó si yo era paramédico. “No, soy amiga”, le respondí).
Quisiera poder expresar lo que ha sido “atender” a la Paty, como la misma Paty dice. A la estoica, orgullosa, inteligente Paty convertida de pronto en la Manuelita, mi bisabuela, cuando agonizó durante un par de años en u hogar de ancianos que más funcionaba como clínica. Acordándome de la Manuelita recé la mitad de un rosario en voz alta para la Paty, pero ella no dio señal alguna de estar interesada. Quién sabe. La viera. Le sacaría una foto, pero me temo que si le pido a alguien que lo haga por mí pensará que es de un mal gusto terrible y que estoy loca.
Lo más parecido que he visto ha sido a la Manuelita (a la que nunca vi así, tan condenada como se ve la Paty), una imagen de la madre de Bill Viola (¿recuerdas, Flaco?) y la extravagante publicidad de Bennetton con la imagen de un hombre muriendo de Sida rodeado por su familia en una pieza de hospital. Pero, aún más que todas esas, la Paty evoca hoy aquellas imágenes de personas muriendo de hambre y alguna otra cosa. Raquítica y con la guata hinchada como si tuviera 5 meses de embarazo.
Hoy cuando el doctor le sacó 3 litros de líquido de las vísceras, mostrándome la piel del estómago de la Paty, me dijo: “¿Ve? Arrugada.” Y a mí me dio rabia porque la Paty sigue siendo vanidosa. Pero aún peor son las enfermeras que le gritan, porque como la Paty no reacciona piensan que no escucha. Pero no es así. Escucha todo y entiende.
¿Amo a la Paty? Hoy más que nunca, como adoro a los recién nacidos. Se ven tan lindos y tan importantes cuando están en el límite de la vida que todo el resto parece superfluo. Ha sido un placer y un honor, realmente. Espero no sonar como un verdugo. No quiero que la Paty sufra. No quería que muriera. Pero ahora que se está muriendo es como si uno pudiera ver su alma. ¿Cómo es que decían los griegos? Su soplo vital apagándose. “Me va quedando poco fuego”, me dijo.
¿Sueñas? ¿Con qué sueñas cuando estás dormido? ¿A veces no sueñas? Esto es así: no sueñas y dura para siempre. Mientras tanto l que fue tu cuerpo se transforma en tierra, en materia orgánica. O en cenizas, como ocurrirá con el cuerpo de la Paty. Cenizas que serán esparcidas, según manifestó por escrito, en el parque Alerce Andino, un bosque de árboles tan antiguos que algunos de ellos existían ya para el año 1000 DC. Al lado de uno de esos árboles nuestras vidas son cortas como la de un gato.
Acá termina la transcripción de lo escrito en mi libreta hace dos días. Hoy fue un día muy emotivo. Por primera vez desde que estoy aquí me puse a llorar a mares. Cuando llegué en la mañana supe que la Paty no había dormido nada y que había vomitado varias veces en la noche. Eran las 9 am. Yo hago el turno de 9 am a 2 pm. Intenté toda la mañana que durmiera, pero la Paty estaba demasiado incómoda e inquieta. Ninguna posición la acomodaba. Tenía sed, pero el agua la hacía vomitar. No podía dormir.
A la una llegó un cura amigo de la Paty que fue muy dulce con ella y le dio una bendición. Luego fue la Cathy, que aunque no debiera someterse a estrés, fue a despedirse de su amiga. Luego fue el doctor. Ahí, frente a la Paty, le rogué que le diera a la Paty algún sedante, le dije que estaba angustiada, que teníamos el deber de calmarle el sufrimiento. Entonces el me dijo. “Bien, podemos comenzar. Pero puede que ya no despierte más”. “Eso no importa, doctor, necesita descansar.” Entonces el doctor le dijo directamente a la Paty: “Puedo darte una medicina que te ayudara a dormir, pero es probable que no despiertes. ¿Me entiendes?” “Sí”. respondió la Paty. “¿La quieres?”, preguntó el doctor. “Sí”.
Y comenzó la cuenta regresiva. Quedaba un rato mientras el doctor daba la orden, llegaba la enfermera con el suero y el medicamento hacía efecto. Justo entonces llegó Matías, quien fue el marido de la Paty por 20 años, hoy ex marido. Su familia es la que paga la hospitalización, va todos los días, pero no se atreve a entrar a la pieza mucho. Le dije que la Paty se iba a quedar dormida así que entrara a despedirse. Y así pasó la Paty sus últimos minutos de lucidez, con Matías mostrándole fotos de los últimos 20 años de su vida y acariciándole dulcemente la cabeza.
Y así los deje. Y me vine a descansar a la casa de Cathy, dormí siesta, me desperté y fumé marihuana con la Cathy. Transcribo/escribo esto. Necesitaba compartirlo, espero no haberlos agobiado.
Los quiero.